Veler Onas a Sa Riera, Costa Brava

Si vens amb mi
no demanis un camí planer
ni estels d’argent
ni un demà ple de promeses, sols
un poc de sort i que la vida ens doni un camí
ben llarg

 

Hace pocos días levavamos el ancla en la calma de una madrugada sin luna y nos adentrábamos en la oscuridad de la bahía de Pollença bajo las estrellas. Una vez librado el cabo de Formentor, ya en mar abierto, fijamos el rumbo a Badalona. No había nada más que hacer: el piloto automático se encargaría de gobernar el velero, no soplaba ni una brizna de viento, el motor mantenía la velocidad de crucero sin esfuerzo y no se veían barcos cerca. Nos jugamos la guardia a piedra, papel o tijera y perdí. Héctor, mi hermano, iría a dormir. Patrón profesional también, se había podido tomar unos días de vacaciones para acompañarnos en la vuelta a casa, ver a padre, solo desde que falta nuestra madre e ir a la manifestación de la Diada. En las cabinas de popa dormían mi hijo Jan y Arnau, flamantes ingenieros biomédicos recién regresados de Alemania.

Como la previsión era de muy poco viento o calma y no existían muchas posibilidades de navegar a vela decidimos que, al menos, intentaríamos pescar. Por eso habíamos zarpado a esa hora tan tonta. En el norte de Mallorca, en septiembre y por la mañana siempre pican atunes o dorados.

Quedaban todavía unas horas para que se hiciese de día, entonces avisaría a mi hermano, tiraríamos las líneas de pesca y me iría a dormir un rato. Me acomodé en el banco de popa, bien apoyado en las defensas. Buen momento para valorar el verano que acababa y pensar en el siguiente.

alba Costa Brava
Aigües Turqueses
Jan a La roda

A principios de julio, recién finalizada una vuelta completa a las Islas Baleares, emprendíamos una serie de cinco travesías de siete días hasta la Costa Brava. Cada semana embarcaba una nueva tripulación en el puerto de Badalona con la inestimable y energética ayuda de Roser en la logística de cada cambio de grupo. Como ocurre siempre, los viajes no fueron exactamente como los habíamos previsto. Navegar a vela es el arte de adaptarse a la naturaleza, de ser más paciente que valiente, más flexible que listo y, sobre todo, saber lidiar con la realidad. Los levantes y gregales, persistentes durante todo el mes, nos impedieron navegar de un tirón nocturno hasta pasar el cabo de Creus. Estos vientos, en mi país, levantan mucho mar. A menudo, pues, la primera singladura fue más modesta de lo previsto. Zarpados por la tarde de Badalona recalábamos en Arenys, la escala más repetida de la temporada. Un puerto pesquero con un club náutico tronado pero agradable y un buen reposo para los estómagos castigados.

En los días siguientes pasábamos la Palomera, en Blanes, la primera roca de la Costa Brava, donde empiezan a trepar los acantilados y los pinos bajan a la orilla. Si la marejada del Este lo permitía, hacíamos las primeras zambullidas en las calas de Santa Cristina o Llorell y, en cuanto era posible, salíamos disparados a pasar el de Creus, el gran objetivo de cada viaje. Estas singladuras se hicieron un poco largas: no es fácil ir pasando de largo las calas y pueblos más bonitos de la Costa Brava con la vaga promesa que pararíamos a la vuelta.

Bordo a bordo llegábamos al cabo Negre y divisábamos las islas Medes. En uno de los primeros viajes tuvimos la inmensa suerte de ver un rorcual, una de las ballenas más grandes del mundo, saltando completamente fuera del agua, tres veces, a pocos cientos de metros del velero Onas. Un espectáculo extraordinario, estos grandes cetáceos no suelen dar saltos. Lo guardaremos como un recuerdo imborrable en la memoria.

Pasadas las islas Medes entrábamos en la gran bahía de Roses y me relajaba un poquito. A partir de ahí encontraríamos fondeadores protegidos y con los vientos dominantes de tramontana, gregal o levante, sería todo “bajada” de vuelta a Badalona… si no fuera que girara a garbí, claro.

migdiada a vela
Xoriço Costa Brava
Compàs

Hemos pasado el Cabo de Creus en todas las condiciones: ciñendo a rabiar, con el viento en la popa, con maretón y en calma. Siempre bien atracados a S’Encalladora por la banda de babor y dejando a estribor el islote de la Massa d’Ors. Una vez pasados, evito fondear en Culip, hay mucha posidonia y demasiadas piedras. Normalmente, anclamos en Taballera, la cala preferida al norte del cabo. Un sitio virgen y salvaje, mineral. Perfecto para pasar la noche bajo las estrellas, lejos de la civilización, con las únicas luces de tope de los veleros fondeados. Al día siguiente continuábamos hacia Garbet, la cala más amable del mar de Amunt: amplia, con un excelente fondo de arena y rodeada de viñedos. Si necesitamos ir a puerto, arribabamsos a Port Bou. Me gusta, tan fronterizo, ferroviario y menestral. Tan lejos de la afectación de muchos pueblos de la costa del Empordà.

Con un poco de suerte y dejándome las pestañas estudiando las previsiones meteorológicas, aprovechábamos la Tramuntana semanal para pasar otra vez el Cabo como es debido: a la vela y con el viento a favor. Fondeábamos después para hacer los últimos baños del día en cala Gulillola, antes de cenar un adecuado Mar i Muntanya a a bordo en el marco incomparable de la bahía de Cadaqués.

Cruzábamos de nuevo la enorme bahía de Roses, con una posible escala al pie de los espigones del antiguo puerto de Empúries, cerca de L’Escala. Nombres griegos con resonancias casi homéricas donde hace más de dos mil quinientos años un puñado de marineros foceos, como en tantos otros lugares del Mediterráneo, nombraron un mercado: Empúries “Ἐμπόριον” y un lugar donde desembarcar: L’Escala “Σκάλα ”

Focs de Santa Anna, Costa Brava
Costa Brava spi
Palamós Costa Brava

Mirábamos, también, de coger una boya en las Islas Medes  para observar la vida submarina de este parque natural marítimo tan bien preservado. Después íbamos a pasar la noche al pie de los acantilados de Sa Riera si había vientos del sur o, si persistía la tramontana, a Es Castell, la gran cala virgen salvada de la especulación inmobiliaria por la lucha vecinal de los años noventa . Me gusta también fondear en la bahía de Palamós, se está bien con cualquier viento del primer y tercer cuadrante. Si no, amarramos en el Club Nàutic Costa Brava donde me encuentro como en casa, puedo comprar buen pescado  y pasear por el casco antiguo de buena mañana. El tramo de costa entre Sant Feliu de Guíxols y Blanes es uno de los más bonitos y salvajes de la Costa de Girona. Si las condiciones lo permitían, fondeabamos en las aguas turquesas a los pies de los riscos rojizos de Les Gavarres, coronados de pinos y encinas. Me gusta especialmente pasar la noche en cala Futadera, protegida del garbí, virgen y de aguas clarísimas.

Este año no hemos recalado tanto en Blanes. Sin embargo, sí lo hicimos por las fiestas de Santa Anna, en las que disfrutamos del espectacular concurso de fuegos artificiales y los conciertos al aire libre. Solíamos pasar la última noche en Arenys donde, también, disfrutamos de las fiestas patronales y de una simpática cantada de habaneras con una despedida que me gustó especialmente.

pleguem la major Costa Brava
Cadaqués, Costa Brava
Sota el tendal

Acompañado de Anna, a mediados de agosto emprendimos una muy satisfactoria travesía que nos llevó hasta Formentor y Menorca. Hemos navegado, tres semanas, en torno a la isla blanca, con buen tiempo al principio y con la meteorología típica de finales de verano en las últimas. Incluso tuvimos que pasar un par de noches amarrados en Ciutadella con un temporal deshecho de viento, mar y lluvia acompañado de una persistente rissaga, más molesta que peligrosa.

En septiembre, cuando yo ya estaba casi al límite, llegaron al rescate, Jan y Arnau frescos como una lechuga y Héctor, algo más marchito. Disfrutaremos de unas cortas y reparadoras vacaciones familiares con tiempo excelente y navegamos hasta Mallorca aprovechando las últimas ráfagas de levante que nos permitieron navegar a vela lo suficientemente rápidos hasta el querido fondeadero de la punta de la Avançada, cerca de Pollença, dispuestos a zarpar al día siguiente, de madrugada, hacía casa.

No ha sido una mala temporada, pero no acabo de encontrar el formato de viaje adecuado en la Costa Brava. El año pasado alternábamos una semana hacia el norte y una hacia el sur, entre Badalona y Perpinyà, era mejor. Este año hemos hecho origen y final en Badalona, comercialmente ha funcionado muy bien pero, me parece que las singladuras son demasiado largas para muchos de los tripulantes de Onas.

En todo caso, yo acabo demasiado cansado. No consigo seguir haciendo solo el trabajo que hacíamos, hace unos años, dos personas. Así pues, cuando dentro de unas semanas acabe la temporada en la Costa Brava tendré que meditar sobre cómo ligar la tentación de escapar hasta la otra punta del Mediterráneo, si es que todavía me quedan ganas y la necesidad de consolidar un proyecto de vida, todavía incierto, con navegaciones más caseras. Sin que la compra, la limpieza, la navegación, la cocina y la logística de cada viaje me dejen  sin ánimos.

Ya empieza a amanecer sobre un mar como una balsa de aceite. Antes de que lo despierte, aparece Héctor en cubierta y preparamos las líneas de pesca con los “pulpitos asesinos”. Bajo a mi cabina a dormir un rato. Más tarde picaran un par de dorados de buen tamaño que nos zamparemos para cenar, amarrados ya en Badalona. Recuperado a pesar de que quedan aún un par de viajes más´Pan comido!

Alba
Trebaluger,  menorca
pesca costa Brava