Hoy es día de cambio en el Onas. Esta mañana hemos despedido el grupo que durante unos días ha llenado nuestro velero con su carácter. Las expectativas y preferencias de cada tripulante han dado forma a este último viaje y hemos visto, con ojos diferentes, un periplo similar cada semana.

El hueco que deja el grupo que marcha une al cansancio físico que se va acumulando a lo largo de la temporada. El Onas es larga, más de ciento veinte días sin parar. La faena del día de cambio es importante: hay que baldear la cubierta y la obra muerta, hacer los metales, barrer y fregar los interiores, limpiar neveras, revisar las despensas, llevar la ropa sucia a la lavandería, hacer la compra, cambiar las botellas de gas vacías … además de las pequeñas reparaciones o trabajos de mantenimiento que a menudo hay que hacer en el velero.
Por la noche un grupo nuevo llenará el vacío dejado esta mañana con nuevas expectativas y visiones que pronto formarán el carácter irrepetible de cada viaje.

Hoy cenaremos fuera, ni Ana quiere ensuciar la cocina recién hecha ni yo tengo ánimo para fregar platos. Una vez instalados a bordo los nuevos tripulantes cenaremos en el precario bar de Nino, que nos habrá preparado las sardinas a la brasa que tanto me gustan. Después iremos a nuestra heladería preferida y pasearemos por animadas calles del centro histórico de Trapani volviendo al Onas por la bonita muralla de mar.

Mañana zarparemos hacia Favignana, en las islas Egadi. Explicaré la maniobra del velero haciendo tiempo para que entre el viento térmico que nos permitirá navegar a vela hasta la isla. Fondearemos en Cala Rossa, imprescindible pero a menudo abarrotada y por la tarde nos acercaremos al pueblo para visitar las instalaciones de la antigua almadraba, aprender la historia de la isla y quizás topar con el último «Rais» de Favignana.

Al día siguiente, después de darnos un chapuzón en Cala Rotonda, mi preferida, navegaremos hacia la Isla de Marettimo ciñendo al Mistral habitual. Me gustan sus calas salvajes y minerales. Bajo los acantilados, despobladas, casi sólo por la noche.
Temprano, por la mañana, Ana pondrá las cafeteras al fuego, hará las tostadas y yo me añadiré un poco más tarde, miraré la previsión meteorológica y después del desayuno zarparemos hacia Levanzo.

A estas alturas el grupo ya será capaz de izar y arriar la mayor o, incluso, montar el toldo sin demasiada ayuda. Cogeremos una de las boyas del parque en Cala Fredda y  Salvatore, el guarda, nos saludará con el habitual «Salve ragazzi» y una bonita sonrisa. Si apetece iremos a ver las pinturas rupestres de la «Grotta del Genovese» y pasearemos por el pequeñísimo pueblo de Levanzo donde las aguas del puerto son tan transparentes que las barcas parece que leviten.

Después de cenar el arroz negro o la fideuá bajo la noche estrellada arreglaremos un poco el mundo y tomaremos una copita de amaro o limoncello antes de ir a dormir. Al día siguiente hay que zarpar temprano para hacer la singladura más larga de este periplo, a menudo con viento favorable que nos permite izar el spinnaker grande y disfrutar de su potencia hasta doblar San Vito lo Capo, en el extremo NW de Sicilia. Si hay suerte encontraremos algún velero con el que picarnos.
Después de bañarnos en Scopello, uno de los fondeaderos más escenográficos de Sicilia, llegaremos al bonito pueblo amurallado de Castellamare del Golfo donde Benedetto, ya habrá organizado la excursión a las ruinas griegas de Segesta para el día siguiente y me dirá, con la voz ronca (a lo Vito Corleone en el padrino).
-Toni, Questo è un favore …
Mientras el grupo visita el templo dórico y el teatro iremos comprar pan, fruta, verdura y pescado, y a media mañana zarparemos hacia el próximo destino.
-Larga el muerto!
-libre !!
-muy bien, plegad las amarras y llevad las defensas hacia la popa, de una en una! … a ver este ballestrinque? … Preparados para izar la mayor?
-Siiii !!
-Ahora, Todos a la vez !!
En estos momentos ya habremos decidido si vamos a Terrasini, una de las incógnitas de cada viaje. En la costa noroeste de Sicilia el viento dominante es el mistral, el «Maestrale» llaman aquí, que levanta bastante oleaje porque desde Cerdeña, tiene doscientas millas para correr si ser detenido. Nos ha permitido navegar mucho a vela pero también nos ha hecho difícil poder fondear o incluso entrar en algunos de puertos. Terrasini es el más desprotegido de todos y a menudo tendremos que saltarnos esta escala y continuar hasta la Isola delle Femine o la bahía de Mondello cerca de Palermo.
Para cenar Ana hará alguno de los platos Sicilianos que hemos incorporado en el menú del Onas como el cuscús de verduras o la puñetera buschiatta alla Trapanese. La fruta y la verdura, comprada en los mercados casi orientales de Palermo y Trapani son de una calidad excepcional. Para postre quizás probemos los «dulces» de la isla, la Casatta y los canoli

Llegados a Palermo amarraremos en la Cala, el puerto viejo. Es un lugar popular, ruidoso y tronado donde los palermitanos, amarran, reman y se hacen las fotos de boda. Esto me hace pensar con vergüenza en el puerto viejo de mi ciudad, Barcelona, de uso exclusivo para traficantes, especuladores y proxenetas con sus superyates. Si hay tiempo habremos ido a visitar alguna de las maravillas de la ciudad como la Capilla Palatina o las pinturas del palacio Abatellis, comeremos los mejores arancini de Sicilia cerca de Quatro Canti y por la noche saldremos a tomar algo al inquietante barrio de Vucciria. Donde el encargado del bar okupa me saludará por mi nombre con un beso en la mejilla, a pesar del aspecto amenazador y los tatuajes es tan pícaro, acogedor y simpático como la mayoría de los sicilianos.
Finalmente intentaremos ir a dormir no demasiado tarde con la certeza de que al día siguiente, día de cambio, nos espera mucho trabajo.