A principios de junio, como cada año, estamos listos para emprender las travesías hacia nuestro destino de verano. Este año vamos a Italia pero, en las primeras singladuras, navegaremos hacia el golfo de León, Francia y Córcega.

Es día 3, durante la mañana van llegando escalonadamente los tripulantes del Onas con los que compartiremos la primera gran travesía de esta temporada. Algunos son compañeros habituales, otros repiten después de unos años y alguno se estrena a bordo del Onas. Cada uno de nosotros aportará sus expectativas, personalidad y experiencias conformando este viaje y haciéndolo irrepetible.

Sopla el viento del sur, bien establecido. No es necesario pensar mucho, una vez todos a bordo y hechas, a toda prisa las explicaciones de rigor, zarpamos lo antes posible para aprovechar el viento favorable. Navegamos todo el día a vela, muy rápidos. Poco a poco el viento sube hasta fuerza 7 y la marejada empieza a ser importante. Los servicios meteorológicos oficiales franceses y españoles anuncian esta noche un aviso de temporal en el Golfo de León. La prudencia se impone y decidimos buscar refugio para dejar pasar el viento. Intentamos evitar, si es posible, las recaladas nocturnas pero protegidos por el Cap Bear de la marejada del sur, entramos sin problemas, de madrugada con una neblina fantasmagórica a Port Vendres, en la Cataluña norte. Hemos hecho más de cien millas en catorce horas. ¡Gran cabalgata!

Lo celebramos, una vez amarrados, con un gin tonic de gin Xoriguer y vamos a dormir cansados y contentos.

Al día siguiente comprobamos que la situación meteorológica se ha complicado un poco. Tras el temporal de siroco anuncian otro de mistral… muy primaveral !!!

Aprovechamos la parada para ir de excursión a la torre de Sant Telm, dar una vuelta por la ciudad medieval de Cotlliure, visitar la tumba del poeta Machado y probar los vinos locales.

En los próximos días tendremos que madrugar para aprovechar las «ventanas meteorológicas».

Con la cola del temporal de sur subimos hasta la bonita ciudad occitana de Sète para recalar y salir en pocas horas antes de que salte la tramontana. Al día siguiente, el role previsto del viento hacia mistral nos permite navegar, muy rápidos y cómodos, hasta Marsella. Tal y como hemos previsto, a última hora de la tarde amarramos en las instalaciones de la Societé Nautique, del Vieux Port, donde el Onas, un Gernan Frers de los años 70, no desentona entre los lujosos veleros clásicos.

Por la mañana disfrutamos de las instalaciones del club náutico, compramos pan, fruta, verdura y visitamos Notre Dame de la Garde, la gran catedral románica que corona la ciudad y está llena de exvotos marineros. Hemos atravesado el golfo de León navegando prácticamente siempre a vela y sin comernos ningún «marrón» importante pero todavía quedan muchas millas por hacer y hay que aprovechar la siguiente «ventana» para atravesar hacia Córcega.

Aunque nos hubiera gustado pasar unos días en las Calanques y en las islas Hyeres , se acerca un episodio de lluvias y vientos de levante que afectará a la Provenza y a la Costa Azul. Mejor nos lo ahorramos…. Zarpamos por la noche, ciñéndo a los últimos latigazos de viento contrario para irnos acercando, bordada a bordo, al Cabo Sicié. Finalmente el viento cae, tal como estaba previsto, y podemos poner proa a la isla de Córcega, a motor.

La primera noche de esta travesía es muy tranquila, sólo un poco de mar de fondo que, poco a poco, va disminuyendo. El intenso tráfico de mercantes, ferrys y grandes cruceros nos obliga a vigilar el horizonte y las pantallas de la mesa de cartas.

Al amanecer volvemos a navegar a vela con un viento del NNE ligero pero suficiente para hacer cinco o seis nudos de velocidad. Poco después un atún de unos diez kilos muerde uno de los cebos que arrastramos por la popa. Nos cuesta dios y ayuda subirlo a bordo pero ya tenemos pescado fresco asegurado para los próximos días. Ana hará unos cortes rebozados con sésamo para picar, los mejores filetes a la plancha para comer, con cebolla y vino blanco para la cena y un marmitako para el día siguiente. ¡Súper!

Por la tarde con el mar como un plato, el viento refresca, aceleramos y antes de que oscurezca divisamos las altas montañas de Córcega. Poco después de la medianoche dejamos por babor el faro de las Islas Sanguinarias que guardan por el norte la entrada de la gran bahía de Ajaccio y cruzamos la calma nocturna hasta el fondo del golfo para echar el ancla al pie de la ciudad, otra recalada nocturna. Acabamos la botella de Xoriguer con una ronda de gin tonics para celebrarlo y vamos a dormir.

Nos levantamos y desayunados tranquilamente, es domingo y no tenemos prisa, zarpamos hacia el sur para fondear en alguna cala cercana. Cuando estamos en medio de la bahía de Ajaccio vislumbramos un soplete cerca del Onas: ¡Ballenaaaaaa!. Un cachalote nadando tranquilamente en superficie que nos permite acercarnos a una distancia prudencial y al cabo de un rato se sumerge enseñando la cola para hacer una inmersión larga y profunda. ¡Impresionante!

Vamos a hacer un baño en Chiavari, una bonita cala tranquila deshabitada y por la tarde atravesamos el golfo de Valinco hasta Campomoro. Un fondeadero muy bien resguardado porque se espera un poco de movimiento para esta noche. Poco después de cenar entra el primer chubasco, con viento, lluvia, rayos y truenos. El Onas aguanta el fondeo imperturbable pero a nuestro alrededor van garreando los vecinos … ¡qué lata!. Esto nos obliga a estar toda la noche vigilando que no nos caiga encima ninguno de los que, desgraciadamente, no han conseguido fijar el ancla al fondo.

Según la previsión meteorológica, tras las lluvias debería entrar viento del noroeste moderado, perfecto para navegar hasta Castelsardo, en Cerdeña, nuestro próximo destino pero no es así… el viento se mantiene todo el día del suroeste con fuerza 6 y un mar cada vez más grande. Un día largo después de una larga noche. Duro día ciñendo contra la mar gruesa, con trinqueta y la mayor bien rizada. ¡Suerte que tenemos un barco valiente que no se asusta por nada!. Por la tarde entramos en Castelsardo blancos de sal y molidos pero somos recibidos efusivamente por los marineros. Es uno de nuestros puertos preferidos y nos conocen. Ponemos la ropa de agua a secar, baldeamos y disfrutamos de una larga ducha de agua bien caliente.

La marejada y el viento del día anterior han quedado en nada, este es un mar de contrastes, navegamos con la mar en calma, con un cielo radiante y el mistral habitual, del buen tiempo en el Estrecho de Bonifacio, hasta la isla de Asinara.

Esta isla fue durante muchos años una prisión de máxima seguridad, hoy es un parque natural donde burros salvajes endémicos, cabras y jabalíes campan libremente sin que nadie les moleste.

Nos amarramos a una de las boyas del parque en Cala Oliva sobre unas aguas turquesas y transparentes. Es nuestro fondeadero preferido cerca del pueblo encalado. En realidad eran las residencias de los funcionarios del penitenciario y sus familias. Después de comer hacemos la excursión habitual hasta el “Pico della Scomunica”, una vuelta a pie de unas cuatro horas en que iremos topándonos sucesivamente con cabras, asnos y jabalíes, poco acostumbrados a ver gente, y disfrutaremos de la espectacular vista desde el punto más alto de la isla.

Al día siguiente, después del desayuno, zarpamos hacia el sur para encarar el paso de Fornelli que separa Asinara de Cerdeña. Es un paso complicado en el que hay que seguir una doble enfilación, primero por proa y luego por popa, para encontrar profundidades de al menos tres metros. Lo hemos pasado muchas veces pero siempre con una cierta tensión, hay que hacerlo bien concentrados y con un estricto control de la navegación si no se quiere terminar embarrancando en las piedras.

Una vez superado el paso reencontramos la marejada y el viento de mistral, favorables, que nos permitirán navegar muy rápidos hasta doblar, por la tarde, los impresionantes acantilados de la Cabo Caccia y entrar en la gran bahía del Porto Conte donde fondearemos resguardados del viento del norte, pasaremos noche y disfrutaremos de una fantástica fideuá a bordo.

En la última singladura de esta travesía vamos a fondear en Cala Bombarda, una cala de arena clarísima y aguas turquesas. Amarraremos finalmente al pie de las murallas de Alghero, la ciudad catalana de Cerdeña, donde podremos disfrutar todavía de un bonito paseo por la villa vieja. Otra escala habitual del Onas en los últimos 25 años.