Después de pasar unos días en el Alguer volvemos a estar listos para zarpar de nuevo. Esta es una ciudad que apreciamos y una escala habitual de las rutas del velero Onas. Hemos aprovechado para pasear por las callejuelas de la villa medieval, disfrutar de la puesta de sol sobre la Cap de la Caça probando un ron selecto, saborear la mejor cocina sarda de pescado en el restaurante con un gran lema (solo pesce, solo fresco, solo la sera) y escuchar el catalán antiguo que hablan sobre todo los mayores.

En la primera singladura de esta travesía navegamos a motor hacia el sur con una mar de fondo, molesta pero inofensiva, producida por la «sirocatta» los últimos días. A media tarde llegamos a la desembocadura del río Temo, fondeamos al abrigo del nuevo espigón y subimos río arriba, con la auxiliar, hasta la bonita y fotogénica población de Bosa. Llegamos justo a tiempo para unirnos a la ritual «passeggiatta» de la tarde por el Corso Vittorio Emanuele II, la calle principal y explorar los solitarios y tortuosos callejones secundarios adoquinados de esta villa medieval multicolor. Después de tomar un «bianco Canonau», en la plaza volvemos a cenar en el velero Onas disfrutando de una espectacular puesta de sol. Nos gusta volver a la calma y la soledad del velero fondeados en una rada segura.

Después de desayunar, continuamos el periplo hacia el sur navegando a vela, con viento moderado de mistral habitual en la costa occidental de Cerdeña, hacia la gran bahía de Oristano. Como las condiciones son buenas nos detenemos a comer a sotavento de la isla del «Mal di Ventre», curioso nombre para una isla desierta pero emblemática para los independentistas sardos que la han ocupado varias veces. Unas horas más tarde entramos en las encalmadas aguas de la bahía, a pesar del viento intenso, para fondear frente a las ruinas de la antiquísima población de Tharros, de origen nurágico y ocupada sucesivamente por fenicios, romanos, vándalos, bizantinos…., hasta que fue abandonada. Llego a ser la capital del juzgado de Arborea, uno de los cuatro reinos originales de Cerdeña. Este es uno de nuestros fondeaderos favoritos.

Poco antes de la puesta de sol bajamos con la auxiliar y a hurtadillas entramos en las ruinas que ya están cerradas al público, para hacer la foto del velero Onas entre las columnas romanas y subir a la torre de San Giovanni con una vista espectacular sobre el istmo de Sinni.

Al día siguiente hay que madrugar un poco, queremos navegar hasta la isla de San Antioco, en el extremo suroeste de Cerdeña. Desde media mañana el viento de mistral, cada vez más fresco, nos permite navegar rápidos hasta la amplia rada de aguas poco profundas entre las islas de San Pietro, San Antioco y Cerdeña. Da cierto miedo navegar a más de ocho nudos, con el viento por la popa a toda vela y con el fondo a poco más de un metro bajo la quilla, pero conocemos muy bien estos rincones. Normalmente vamos a Carloforte, escala habitual de nuestras rutas pero seguimos los consejos de unos buenos amigos, de los que vale la pena escuchar, amarramos en Calasetta, lugasr que nos han recomendado insistentemente.

Como Carloforte, Calasetta tiene una historia curiosa. A mediados del siglo XVI los Lomellini, genoveses al servicio de España, obtuvieron del Bei de Túnez el monopolio del coral en Tabarka como pago del rescate del corsario tunecino Dragut. Fortificaron el islote, muy cercano a la costa y lo convirtieron en un emporio comercial famoso que sirvió, también, como lugar de intercambio de cautivos cristianos a cambio de rescate durante casi doscientos años. A mediados del siglo XVIII presionados por varias potencias tuvieron que ceder la isla al Bei que la ocupó repentinamente. Tras varias vicisitudes la mayoría de genoveses tabarquinos fundaron de la nada Calasetta y Carloforte y otros fueron a parar a la Nueva Tabarca, la isla cercana a Alicante a pesar de que las condiciones del lugar eran mucho más precarias.

Calasetta es, pues, una población relativamente nueva, hecha con tiralíneas y sin demasiada personalidad aparente pero auténtica y nada sofisticada, nos hemos sentido muy a gusto. El ambiente veraniego en la plaza por la noche con niños jugando, grupos de jóvenes y de ancianos, familias haciendo la «passeggiatta» y adolescentes ligando ¡es fantástico!

Queríamos quedarnos unos días más recorriendo los fondeos espectaculares del sur de Cerdeña, y llegar a Cagliari, pero las previsiones meteorológicas anuncian una rolada del viento y hay que aprovechar el mistral, favorable, para hacer la travesía hasta Sicilia antes de que entre el levante anunciado y contrario.

Zarpamos temprano de Calasetta para enfilar el canal entre las islas de San Antioco y San Pietro. Poco después de pasar entre los islotes del Toro y la Vacca podemos parar el motor y navegar a vela en condiciones casi ideales hasta la puesta del sol. Poco a poco vamos perdiendo de vista Cerdeña. Navegamos cómodos y bastante rápidos, con el viento por la aleta y una ligera marejadilla a favor. Incluso, avistamos delfines, tortugas y un cachalote. No se puede pedir mucho más.

Por la noche cae el viento, tal como estaba previsto. Continuamos, resignados, a motor toda la noche bajo la luna llena y con el mar como un plato. Al día siguiente al mediodía comienza a soplar viento del este, flojo todavía, pero suficiente para ir ciñendo y recalar en la isla de Favigana, muy cerca de Sicilia. Ha sido una travesía agradable.

Pasaremos los próximos días navegando tranquilamente de cala en cala en las islas Egadi. Fondeamos cada noche en calas tranquilas de aguas turquesas como «Cala Rotonda» y el «Lido Burrone». Vamos también hasta el pueblo para hacer la compra, pasear y desayunar un canolo (canutillo de hojaldre relleno de ricotta dulce), típicos de Sicilia, comer pasta «con le sarde» y beber Grillo, nuestro vino blanco siciliano preferido.

Finalmente, en la última singladura de esta travesía navegamos desde Cala Rossa, con bastante viento del sudeste, hasta el puerto natural milenario de Trapani, en Sicilia donde desembarcó en 1282 Roger de Lluria, almirante de la escuadra aragonesa iniciando el dominio catalán de la isla. Amarramos en Columbus Yachting, una pequeña marina acogedora donde siempre somos bien recibidos. Trapani es una de nuestras ciudades favoritas, nos encanta volver a pasear por las callejuelas árabes de esta ciudad llena de iglesias y palacios barrocos, mercados al aire libre y un paseo sobre las murallas con unas fantásticas vistas de la puesta de sol .