en el remanso del crater

El pequeño archipiélago de las islas Columbretes, situado a unas treinta millas de la costa de Castellón a la altura de Burriana y a unas noventa de Soller (Mallorca) es hoy un lugar tranquilo, un Parque Natural pero su aspecto y localización bien hace pensar que desde tiempos muy remotos ha sido escenario de muchas, variadas e inquietantes historias. Ya en tiempos de los fenicios estas islas fueron un lugar de refugio en las tormentas para las naves que comerciaban por el Mediterráneo, los griegos y romanos las bautizaron Como Ophiusa (en griego) Columbraria (en latín) por ser un lugar donde abundaban las serpientes. En los acantilados de la parte este de Isla Grossa, hay un pecio romano en el que se encontraron numerosas ánforas. Entre los siglos XIV y principios de siglo XIX las incursiones piratas las convirtió en lugar para esconder los botines y de refugio.vigilados desde el faro

Cuenta una antigua leyenda que, en una de esas incursiones, unos corsarios, que eran perseguidos por naves cristianas tras un saqueo, ocultaron un valioso botín en una cueva cuya entrada se hallaba bajo el nivel del agua. Se trataría de la “Cova del Tresor”, de cuya existencia todavía hoy no se tiene constancia. Los contrabandistas también la utilizaron hasta el siglo XX y esto motivó que las autoridades destruyeran, mediante explosiones, parte del túnel marino de La Foradada, que ocultaba a aquellos de los servicios de vigilancia. Demasiado trajín para un espacio tan reducido…

Las Columbretes realmente tienen un ambiente misterioso y de aventura. Tormentas, refugio, serpientes, piratas, contrabandistas….. son todos palabras que ayudan a que se dispare la imaginación en un paisaje actualmente de silencio, tranquilidad y retiro.

 Hace unos años tuvimos la suerte de estar prácticamente un mes en el archipiélago, participamos en una campaña de censo de cetáceos acompañando a los miembros de SUBMON una organización dedicada al estudio , conservación y divulgación del medio marino. Fueron varios los días que pudimos ver delfines cerca del archipiélago.Copia de IMG_4588

El parque está habitado todo el año por un grupo de guardas que se van turnando y controlan la actividad tanto en el mar como en tierra, las visitas por tierra están guiadas y para hacer inmersiones es preciso un permiso. Nuestra llegada diaria al fondeo era un ritual. Unas millas antes de legar teníamos que dar señal por radio de nuestra presencia, pero estábamos seguros de que desde la parte alta de la isla ya nos estaban vigilando, se respiraba un ambiente misterioso ¿estamos solos?. La paz y el silencio, roto a veces por el graznido de las aves, te inundan cuando llegas a tierra. En una de las edificaciones de la isla actualmente hay un mini museo donde se exponen fotografías y objetos de los últimos habitantes de la isla por lo que te puedes hacen una idea de cómo vivían los fareros y sus familias. Los guías nos esperaban cada día que llegábamos con gente nueva para mostrarnos la isla, hablarnos de la flora y fauna tanto marina como terrestre explicarnos anécdotas o simplemente para cambiar un rato de compañía.

Conforme pasaron los días llegaron a conseguir que nos sintiésemos en casa y dispuestos a desarrollar nuestra imaginación entre los sonidos de las aves, las sombras de la noche, los susurros del viento y el sonido del mar. Dormir fondeados en el cráter que forma isla Grossa es como estar en el escenario de un cuento y volar con la imaginación hacia donde cada uno quiera.

Esperamos estar allí en Semana Santa, fondeados en el cráter de Isla Grossa, bajo la luna llena para soñar….