Después de despedirnos de la anterior tripulación cenando en Roma en el barrio del Trastevere, al día siguiente entramos en la habitual espiral enloquecida de cada cambio de grupo: limpieza a fondo, revisión de despensa, gran compra, lavandería … pero Ostia, el puerto de Roma, es una escala habitual en los viajes del Onas y lo tenemos muy medido. Además, teníamos el aliciente de la llegada de mis hijos, adolescentes, con los que navegaríem en esta «Ruta de los volcanes» hasta Palermo, en Sicilia, con un par de grupos con jóvenes.
En el primer tramo de la travesía, el potente anticiclón «Nerone» tal y como lo han bautizado los simpáticos compañeros de ilmeteo.it, nos aseguraría calor y vientos suaves y favorables. Fuimos haciendo cortas navegaciones entre las islas Pontinas: Ponza, «Sofía Loren» total y Ventotene, «la isla de las lentejas», con uno de los puertos más bonitos del mundo, excavado literalmente en la roca por los romanos; hasta las islas del golfo de Nápoles. Nos dimos un chapuzón al pie del Castello Aragonese en Ischia y fuimos a pasar la noche fondeados ante Coricella, en la isla de Procida, el barrio marinero más bonito y auténtico de la Bahía. Al día siguiente cruzamos el golfo de Nápoles navegando muy cerca del «Scoglio Rovigliano» donde murió el historiador Plinio durante la catastrófica erupción del Vesubio del 24 de agosto del año 79 d.c que sepultó Pompeya y Herculano.
Después de hacer un cambio parcial de tripulación, ahora nos acompañaría también Izan, sobrino de Ana con sus padres. Los días siguientes los dedicamos a hacer una rápida visita a Nápoles, la ciudad más caótica de Italia y visitar, con calma, Pompeya.
Por la noche zarpamos hacia el sur con una excelente previsión meteorológica. Dejamos la isla de Capri por estribor, distribuimos las guardias nocturnas y pusimos rumbo a Stromboli, en las Islas Eólicas. Pudimos navegar a vela casi toda la noche pero las últimas millas hasta las Islas Eólicas las hicimos con viento y mar en calma y un sol de justicia que nos obligó a buscar desesperadamente la sombra en cubierta.
Estas calmas nos acompañaron durante casi toda nuestra estancia en las islas. Mejor, ya que los fondeaderos y puertos son muy precarios. Con los amigos del Navicula subimos a la cima del Stromboli (924 m) y contemplamos boquiabiertos las explosiones de lava de sus bocas, fondeamos cerca de Panarea para nadar entre surgencias submarinas de gas, paseamos por el bonito pueblo fortificado de Lipari y ascendimos al Vulcano, con una espectacular vista del cráter y el resto de las islas al atardecer.
Después de cenar levantamos el ancla en el porto di Ponente de Vulcano y emprendimos la última etapa de las traviesas de este verano. Bajo un cielo increíblemente estrellado y con un intenso tráfico navegamos, guardia a guardia, hasta Palermo. Al día siguiente todavía tuvimos tiempo de hacer una maratoniana excursión hasta el Etna y sus enormes y espectaculares coladas de Lava.

He visitado Pompeya bastantes veces y he subido unas cuantas más a los volcanes de las Islas Eólicas, siempre he quedado impresionado. No es fácil poder pasear por una ciudad romana casi intacta y trepar a volcanes en erupción en un mismo viaje. Hace muchos años que quería compartirlo con mis hijos, hacerlo en nuestro velero, compartiendo esfuerzos y dificultades, haciendo guardias nocturnas y trimando las velas con nuestros famiiares más cercanos ha sido un auténtico privilegio. Gracias Bruna y Jan. Gracias Josepe, Rakel e Izan. Y, naturalmente, gracias Ana.