La segunda semana de septiembre estamos de nuevo en Messolonghi. Sentados a la sombra de las moreras tomamos un vino blanco y charlamos, a pesar de nuestro griego limitado, con Fofi y Kostas en el bar del puerto. Esperamos tranquilamente la espectacular puesta de sol sobre la laguna disfrutando de las últimas horas en un lugar sencillo y acogedor que echaremos de menos.

Hemos estudiado ampliamente las previsiones meteorológicas y preparado el plan de navegación hasta el último detalle. El velero, amarrado a pocos metros de las mesas, está limpio como una patena y cargado con todo lo necesario para un viaje de más de mil millas. Después de tres meses navegando entre las islas Jónicas tenemos ganas de emprender las travesías de vuelta a casa.

A la mañana siguiente, embarcada ya la tripulación que nos acompañará hasta Nápoles, zarpamos rumbo a poniente. Aprovechamos la calma matinal para hacer las explicaciones de vida a bordo, navegación, seguridad y comentamos el plan de viaje:

La previsión meteorológica para los próximos dos días es de viento del noroeste de hasta fuerza 6. Después rolará a norte y norleste y amainará un poco. Obviamente no vale la pena salir al día siguiente directamente hacia Sicilia en una dura ceñida de más de 48 horas. Proponemos navegar un par de días hacia el norte para ganar barlovento al socaire de las islas Jónicas y tan pronto como el viento role zarpar hacia Calabria y el estrecho de Messina con viento de fuerza 4 a 5 por el través, condiciones casi ideales .

-Mala caras …

No siempre es fácil cuadrar las legítimas expectativas de los tripulantes con las necesidades de la navegación. Esta vez, sin embargo, es tan evidente que se me hace difícil entender la desconfianza en miedos o intereses ocultos del patrón … Finalmente la mayoría de tripulantes asimilan, convencidos o resignados, la propuesta, enmendada con un ligero cambio de itinerario para poder recalar hoy en Itaca.

Unas horas más tarde, amarrados ya en la isla de Odiseo, vamos a cenar a la taberna de Tsibiris. El vino, los chistes y la buena cocina de Dimitris ayudan a disipar las nubes de tormenta y a la mañana siguiente continuamos el viaje hacia la isla de Levkas con la tripulación al completo. El mistral es potente pero bien protegidos por las altas montañas podemos navegar a vela rápidos y cómodos.

El día siguiente, confirmada la previsión meteorológica, pasamos la barca-puente que conecta la isla con el continente y ponemos proa a Calabria, a unas 150 millas al oeste. Pronto podemos navegar a vela con el viento por el través que por la tarde arrecia hasta fuerza 5. Enrollamos el génova e izamos la trinqueta. El Onas navega rápido, majestuoso y la marejada pone a todos en su lugar con una rapidez sorprendente.

Ana cocina unas fantásticas albóndigas con sepia a pesar de la escora, y una vez cenados empiezan las guardias. En el Onas normalmente solo hacemos guardias estrictas por la noche. Durante dos horas dos tripulantes, atados y con chaleco autohinchable, controlan desde la bañera el piloto automático, las velas y los otros barcos. Si es necesario avisan al patrón que está en «stand by» toda la noche. Hasta que les toque despertar al a siguiente guardia que duermen bien falcados por los antiescoras en las literas.

Al día siguiente a media mañana divisamos las montañas de Calabria. A sotavento de la costa hay sólo una ligera marejadilla y el viento amaina. En la aproximación final a Crotone, a motor, coincidimos con unos franceses que nos saludan eufóricos, vienen de Corfú y, me parece, han pasado la noche del loro.

Crotone, como casi todas las poblaciones de esta costa fue fundada por los griegos, Pitágoras fue uno de sus ilustres ciudadanos. Sucesivamente ocupada por romanos, bárbaros, bizantinos, árabes, normandos y catalanes es una bonita ciudad pequeña y tranquila con un puerto pesquero bastante seguro y una pescadería excelente para comprar las almejas de los «spaghetti a le vongole» de celebración de llegada a Italia. Bravo Ana!

Por la mañana zarpamos hacia el estrecho de Messina. Navegamos cerca de la costa con vientos ligeros pero contrarios. Vamos a motor y vela, hay que mantener una cierta velocidad para llegar al estrecho al día siguiente a la hora de la corriente favorable. Estamos en mareas vivas y hay que aprovecharlo. Por la noche el mar queda como una balsa de aceite y disfrutamos de una espectacular puesta de sol tras las montañas, pero tenemos que prestar máxima atención al intenso tráfico pesquero en la banda de babor y los mercantes que nos pasan por estribor.

Toni! Toni !! … salgo raudo a cubierta, un potente foco nos deslumbra por la popa … la policía… nos observan un rato y pasan de largo. En Italia Carabinieri, Guardia di Finanza y Guardia Costiera patrullan las costas y malgastan el combustible de los contribuyentes asustando a los navegantes. Pasado capo Spartivento (la punta de la bota) se nos acercan varias veces más …. qué pesados! quizás es por la visita a Sicilia del Papa Francesco …

Las primeras luces del día iluminan el Etna (3350m) o Mungibbedu, el volcán activo más alto de Europa, mientras navegamos cada vez más rápidos por la corriente favorable hacia el embudo gigantesco del estrecho de Messina. Scilla y Caribdis se muestran bastantes amables a pesar de las pequeñas pero verticales olas y remolinos llamados «bastardo» localmente. Sólo nos cuesta un poco cruzar derrapando el dispositivo de separación de tráfico entre los inmensos barcos de carga y pasaje que navegan impasibles e insensibles a viento y corriente.

Entramos en el mar Tirreno poco antes del mediodía con la proa sobre las islas Eólicas. Los próximos días nuestros tripulantes harán la excursión al cráter del Vulcano para disfrutar de la espectacular vista sobre las islas y contemplar las fumarolas sulfurosas, disfrutarán de un concierto nocturno improvisado en el bonito pueblo de Lipari, contemplarán las fastuosas villas privadas de Panarea y se bañarán en fondeaderos paradisíacos. Finalmente zarpamos hacia la bahía de Nápoles navegando muy cerca de la «Sciara de fuoco» del Stromboli escuchando los estallidos de lava de sus cráteres.

En la última noche de esta travesía navegamos hacia el norte en un mar prácticamente en calma hasta que la mañana siguiente recalamos en la turística isla de Capri. Fondeados frente Marina Piccola entre cientos de embarcaciones ostentosas nos movemos como un corcho por el intenso tráfico de motoras conducidas por idiotas en minibañador.

Por la tarde entramos en la bahía de Nápoles bajo el impresionante Vesubio para amarrar en Castellamare destino final de este viaje, muy cercano al lugar donde murió el historiador romano Plinio el Viejo hace poco más de 2000 años mientras ayudaba a evacuar a los habitantes de Pompeya que huían de la inminente erupción del Vesubio