Trinqueta

Después de visitar la barroca ciudad de Catania, realizar una bonita excursión al Etna y de despedirnos del entrañable «Circolo Nautico» que tan bien nos acoge siempre, nos preparamos para zarpar hacia Grecia. Las previsiones meteorológicas anunciaban calmas en todo el mar Jónico para los próximos días. Mientras llenábamos, resignados, los depósitos de gasóleo hasta arriba en la gasolinera del puerto pesquero charlábamos con unos abuelos que se interesaron por nuestro destino … nos anunciaron viento una vez nos alejáramos de Sicilia … «certo, certo …»
Durante la calma inicial («bonnaccia» la llaman en Sicilia) alternamos ratos a vela con spinnaker y ratos a motor y conseguiremos pescar cuatro caballas para la cena del primer día. La primera noche fue muy tranquila, oscura y estrellada. A la mañana siguiente se entabló un mistral más que suficiente para hacer navegar al Onas confortablemente, a buena velocidad y que no nos abandonaría hasta Grecia …. ¡¡vaya con los abuelos !!
Las guardias solitarias se fueron sucediendo día y noche, el Onas devoraba millas y su tripulación trimaba atento las

Alba en Cefalonia

velas para hacerlo navegar lo más rápidamente posible, el piloto automático llevaba, discreto, el timón si ningún tripulante no tenía ganas de pasar un rato a la rueda y la marejada iba aumentando a medida que nos acercábamos a la otra orilla del mar Jónico.
La madrugada del tercer día pudimos distinguir sobre las crestas de las olas las altas montañas de Cefalonia y a primera hora de la mañana dejábamos caer el ancla en la pequeña bahía de Agios Nikolaos en la isla de Ítaca … ¡¡Kalimera!!

Por primera vez desde que zarpamos de Barcelona aquella tarde tuvimos que tomar rizos en la mayor e izar la

Itaca

trinqueta para navegar hasta la bahía de Vilkho, en la isla de Levkada. Un fondeadero perfectamente resguardado donde poder cenar en una taberna y dormir del tirón, a pesar del fuerte Boreas (viento del norte)
Una vez aquí ya sólo había que navegar de puerto en puerto buscando los lugares preferidos, vigilando la meteo, sin encantarnos demasiado, pero muy relajados, ahora que teníamos nuestro destino tan cerca. Pasamos los siguientes días navegando de isla en isla hasta Zakhintos, menos áspera, es más llana y cultivada que el resto de islas Jónicas. Entramos en el golfo de Patrás hasta los pantanos de Mesolonghi y pudimos amarrar el minúsculo puerto medieval amurallado de Levpaktos (Lepanto). Visitamos Galaxhidi, un antiguo pueblo marinero, y navegamos hasta entrar en el canal de Corinto. El impresionante corte en la roca del istmo que separa el Peloponeso del Ática y que conecta el

Zakintos

Mar Jónico con el mar Egeo.
Aun pudimos visitar algunas de las islas Sarónicas antes de recalar finalmente en la milenaria Marina Zea del Pireo y celebrar el final de la travesía cenando al pie de la acrópolis … comiendo tzatziki, melanzanosalata, gavros, sardeles, gyros, Souvlaki y bebiendo retsina y ouzo … felices de volver a

estar aquí y de retomar el contacto con este buen país y con sus habitantes.

En Grecia, si se tiene un poco de ganas, enseguida encuentras con quien hablar un rato. Durante los meses de junio y julio en las tiendas, los puertos o las tabernas enseguida acabábamos hablando con alguien del último ultimátum entre el gobierno y las instituciones europeas que tenían que poner Grecia al borde del cataclismo … pero este es un país viejo, pícaro y valiente y sabrán torear a los chupatintas de Bruselas o a los intolerantes que han olvidado que hace sólo unas decadas, ellos sí, llevaron Europa al caos más horripilante.

Durante los meses de julio, agosto y septiembre estaremos navegando por las islas Cícladas y los golfos de la Argólida y el Sarónico … ya hablaremos más adelante.

Corinto