Onas a l'àncora a Cala Coves Menorca

Ya vamos. Como cada primavera … No !, en el 2020 no … pero los veintiseis años anteriores si, el velero Onas ha soltado amarras en su puerto de invierno y se ha hecho a la mar para no volver hasta bien entrado el otoño. El primer día de junio, recién vacunado con la segunda dosis, nos reencontramos con un grupo de fieles tripulantes del velero Onas para emprender un periplo de catorce días por las Islas Baleares. Los planes iniciales eran navegar hacia el golfo de León, Córcega y terminar la travesía en Cerdeña, pero cada país aplica criterios sanitarios diferentes o incluso contradictorios y muchas compañías aéreas no han recuperado las frecuencias de vuelos anteriores a la pandemia.

Zarpamos, pues, de Badalona y navegamos sólo hasta Vilanova. Preferiremos dejar pasar los chubascos y zarpar al día siguiente con tiempo radiante y vientos favorables rumbo a Eivissa, dejando para otra ocasión la escala en las islas Columbretes, no es prudente fondear allí con vientos de gregal. Pudimos disfrutar de la vela hasta que el viento roló al sur después de la puesta de sol y arrancamos el motor. A pesar del intenso tráfico pesquero y el mar en contra las guardias pasaron deprisa, son las noches más cortas del año, bajo un cielo absolutamente estrellado y sin luna.

A primera hora de la mañana, ya fuera del socaire de Mallorca, el viento roló de nuevo a levante, pudimos soltar escotas y detener el motor. Vislumbramos pronto la costa norte de Eivissa y poco antes del mediodía fondeabamos en la cala dels Horts donde pasamos la noche y Héctor, mi hermano y gran navegante, nos ofreció un regalo de bienvenida: un delicioso flaó, pan de matafaluga, huevos de sus gallinas, hierbas Eivissenques y una trepidante vuelta al imponente islote de Es Vedrà a más de 30 nudos …

Onas a punt de salpar
Onas rumb a Eivissa
travessa en el veler Onas

Como se acercaba un nuevo episodio de lluvias fuimos a amarrar a Sant Antoni para dar una vuelta por Villa, abrumadoramente abandonada a la imbecilidad, e ir a cenar con los amigos a Can Berri, un oasis de paz y buen rollo. Al día siguiente, a pesar de las precauciones, la lluvia larga e intensa, nos pilló navegando con una ligera resaca rumbo a Espalmador.

Pasamos un par de noches, con tiempo ya plenamente veraniego y estable, anclados en Formentera, disfrutando de la vida a bordo, el sol, las aguas clarísimas y aguantando estoicamente los ruidosos cretinos que cada noche estropean las veladas Pitiusas. De madrugada, cruzamos los freus, el paso entre Eivissa y Formentera, bien atentos a la sonda y la carta náutica. Ya en mar abierto pusimos proa a una espectacular salida de sol y disfrutamos de una tranquila navegación con vientos ligeros y mar rizada hasta el parque nacional del archipiélago de Cabrera, uno de los lugares más bonitos del Mediterráneo. Llegamos por la tarde, con tiempo para un chapuzón, pasear hasta la bodega-museo y subir al castillo para contemplar la puesta de sol sobre Mallorca. En la pintoresca cantina reencontré a Carmen y Joan, de la Baja California ella, nos conocimos en una coincidencia casi mágica. Él, heredero de la estirpe que ha pescado desde siempre a las aguas de Cabrera 

Maniobra veler onas
guàrdia nocturna al veler Onas
cuina del veler Onas

Después de desayunar, sin prisa, zarpamos hacia Mallorca. Pudímos aprovechar la brisa de la costa de levante que nos permitió navegar a vela con un par de bordos hasta el puerto natural de Porto Colom donde cocinamos dos de cabrachos de contrabando a la brasa, mi pescado preferido, y pasamos la noche al ancla. Al día siguiente nos dimos una zambullida en las aguas turquesas de Cala Barques, izamos  velas y pusimos proa al norte avanzando contra un gregal pequeño pero suficiente para remontar la costa mallorquina hasta Capdepera donde pasamos la noche fondeados. En la última travesía de este viaje zarpamos rumbo a Ciutadella navegando rápidos y cómodos con las primeras rachas de los vientos del norte, flojos, hasta dejar por estribor el cabo de Artutx, el extremo sur-occidental de Menorca. Pasamos los últimos días anclando en las fantásticas calas del sur de la isla como Son Saura, Macarella, Trebaluger, cala Coves o Punta Prima … con tiempo para hacer alguna excursión, nadar en las aguas turquesas más bonitas del Mediterráneo, explorar una cueva submarina secreta y navegar a vela hasta recalar en el gran puerto natural de Maó.

Gacias amigos por acoger tan bien mis esfuerzos culinarios, gracias por las agradables sobremesas, por participar y compartir las tareas de la navegación y la vida a bordo. Hacía muchos años que quería hacer una viaje así: dos semanas completas navegando tranquilamente por las islas Baleares, una de las mejores zonas del mundo para hacer cruceros a vela. Una muy buena travesía que, como siempre, ha sido diferente de lo que esperábamos,  hemos tenido que adaptarnos a la situación meteorológica, las necesidades logísticas y las expectativas y preferencias de cada tripulante.

GRACIAS !!